“THE RUNNING GRAVE” By Robert Galbraith

El título de las presentes consideraciones corresponde a la más reciente novela de J. K. Rawling en la que, nuevamente, nos sumerge en el mundo de la investigación detectivesca, de la mano de Cormoran Strike y Robin Ellacott. Acaso la mejor traducción del mismo podría ser algo así como La Tumba Esquiva, o La Tumba Fugaz, dadas las circunstancias tan particulares que se desenvuelven en la trama.

Nuevamente Rowling, escribiendo con su seudónimo, nos presenta una excelente narración que, a pesar de constituir una obra de ficción, resalta de manera sobrecogedora una realidad actual a la que, acaso por haberse tornado habitualmente cotidiana, no prestamos la debida atención. Tal es el mundo tenebroso y sórdido de las sectas religiosas.

Conviene, no obstante, antes de entrar en materia, puntualizar algunos aspectos de la naturaleza humana que se hallan estrechamente relacionados con la temática desarrollada en el relato.

Desde tiempos inmemoriales nuestra especie ha afincado su sentir en la búsqueda de alguna forma de entidad sobrenatural, regidora de todas las cosas, cuya supuesta omnipresencia venga a constituir cierta forma de protección y cobijo frente al profundo sentimiento de desamparo que experimentamos los mortales ante una existencia cuyos sentido y propósito no acabamos de desentrañar y en la que las vicisitudes están a la orden del día; además del hecho de vernos forzados a vivir en un mundo anárquico que forma parte, (ahora lo sabemos), de un universo convulso, caracterizado por la confusa interacción de fuerzas más allá de nuestra comprensión, que son causa del caos azaroso y permanente en que se debate el cosmos, cuyas consecuencias percibimos o intuimos, y que nos agobian dramáticamente.

Valga decir que tal necesidad de refugio ha derivado en diversas formas de religiosidad que han llegado a significar apoyo y equilibrio emocional para muchos, habida cuenta del sinnúmero de sinsabores que afrontamos a diario y de las variopintas promesas de una vida plena de felicidad, más allá de la muerte. Tal sentir se ha arraigado profundamente y, en honor a la tolerancia, hemos de decir que es perfectamente válido que todos los seres humanos hagan uso de su derecho a creer en aquello que les proporcione cierto grado de seguridad y que, por lo mismo, cualquier forma de fe es merecedora de respeto y consideración.

Sin embargo, a la sombra de esta mencionada necesidad y, en cierta medida, como consecuencia de la misma, ha surgido una multiplicidad de supuestos líderes espirituales, pastores, gurús y otros individuos que se han dedicado a montar movimientos religiosos, cultos y agrupaciones más o menos dogmáticas, de carácter más o menos sectario, que atraen a una ingente cantidad de adeptos valiéndose de dotes histriónicas y un discurso grandilocuente con el que obnubilan a sus escuchas. Son, por lo general, embaucadores carentes de escrúpulos y movidos por emociones más mundanas como la codicia y el ansia de poder, que se aprovechan de esa sentida necesidad de trascendencia para atrapar incautos, manipular sus sentimientos y engatusarlos con toda suerte de subterfugios teórico-prácticos, con los cuales embriagan sus mentes y ganan acceso a sus bienes, de los cuales los despojan para usufructuarlos en beneficio propio.

Como también se da el caso de frenéticos y delirantes agoreros que, impelidos por visiones mesiánicas producto de su inestabilidad mental o del abuso de drogas, conducen a estos cándidos e ingenuos fieles por sendas apocalípticas que los llevan a masivas inmolaciones, como la ocurrida en Jamestown, Guyana, cuando unos novecientos miembros del autodenominado Templo del Pueblo se suicidaron en 1978.

Así las cosas, la novelista retoma las más frecuentes actividades de estos grupos, como son el repetitivo y alienante proceso de adoctrinamiento, la apropiación del patrimonio y de las fortunas de sus miembros, una desaforada conducta de promiscuidad y esclavitud sexual ante, con, y para el líder, todo ello combinado con arduas labores manuales y una precaria alimentación, para garantizar la sumisión. La narración deriva de manera lenta y pausada por los diversos vericuetos asumidos por la secta como ruta hacia la perfección, aderezados con sagaces e imaginativos trucos visuales con los que refuerzan su dominio sobre las debilitadas mentes de sus seguidores.

Ellacott y Strike se involucran en la investigación y desarrollan todas sus habilidades detectivescas para cumplir con la misión primordial encargada por su cliente. De manera especial ella asume el compromiso con la determinación que la caracteriza y no le importa enfrentarse a circunstancias imprevistas que amenazan con tener un efecto funesto en su estabilidad física y emocional.

El proceso narrativo se desenvuelve de manera variable: en ocasiones los acontecimientos se desgranan en forma vertiginosa mientras que otras veces el texto parece entrar en una “calma chicha” en la que poco ocurre y pareciera que la investigación no va para ninguna parte. Pero todo resulta ser parte del propósito fundamental de envolver al lector en el exótico e insidioso contexto en el que tienen lugar los hechos, para resaltar y poner de presente la retorcida hipocresía y la doble moral que conforman la base de una comunidad que se presenta ante los ojos del mundo como buscadora del equilibrio y de la paz.

La novela involucra un ciertamente nutrido número de personajes, definidos y caracterizados según la relación próxima o lejana con la cofradía y con los efectos aciagos que su funesta influencia ha tenido sobre ellos. Resulta inquietante asistir a las sesiones de “instrucción” y ser testigos de la enajenación y el abuso al que son sometidos los miembros, mientras se los abruma con una verborrea vacua pero astuta y malévolamente elaborada, tendiente a derribar cualesquiera barreras ético-morales y subvertir su percepción de la realidad y de los demás individuos a su alrededor.

No nos decepciona Rawling en su caracterización de las figuras centrales de la narración. Los lastres emocionales que se pusieron de manifiesto en entregas anteriores vuelven a hacerse presentes en esta obra y aún podemos apreciar las dificultades que deben sobrellevar para mantener el a veces precario equilibrio de su relación profesional, mientras lidian a brazo partido con sus sentimientos en una batalla de larga data que parece intensificarse y que los lectores llegamos a percibir como una causa perdida.

Si bien la esencia de la narración gira alrededor de la secta y de la imperiosa necesidad de ponerla en evidencia, la novela nos sumerge en ese mundo, artificial y estrambótico, en el que se cuestiona todo aquello que hemos aprendido a estimar y respetar. Un contexto en el que el fin justifica los medios y los seres humanos se convierten en peones desechables en un juego de poder. Todo ello aderezado con las no menos intrincadas circunstancias en las que se desenvuelven las investigaciones paralelas que lleva la agencia y que tienen el propósito narrativo de terminar de conformar ese medio ambiente mezquino en el que se mueven muchos de los personajes con los que nos encontramos.

Aún percibimos en esta entrega varios de los conflictos que han ido quedando sin resolver, que dan lugar a que los seres que integran la trama resulten más humanos, un poco más reales y definitivamente más parecidos a tantos que caminan a nuestro lado y forman parte de nuestra cotidianidad. Esta es una circunstancia que hace encajar la novela en nuestra propia realidad y le aporta un valioso grado de verosimilitud al relato.

Como en otras ocasiones, la solución se da de manera un tanto inesperada. En la recta final de la trama surge nueva información que pone de presente varios detalles, algunos totalmente desconocidos y otros que lectores un poco más avisados pudieran acaso haber percibido, de resultas de varios sucesos que se van desglosando poco a poco. La agencia de detectives logra una vez más su cometido con exitosa precisión. No obstante, de nuevo nos encontramos los lectores con inquietantes asuntos personales que Strike y Ellacott aún no logran resolver, los cuales nada tienen que ver con el resultado de la investigación. Pero los seguidores de la saga quedamos a la expectativa de la próxima entrega, para ver de qué manera los socios enfrentan sus demonios interiores, controlan sus emociones y mantienen el equilibrio que ha garantizado hasta ahora la estabilidad de la agencia. Es una suerte que ya esté listo a salir el próximo título.

“UN CORAZÓN TAN NEGRO”

Robert Galbraith

He terminado la lectura de esta extensa novela negra de J. K. Rawling quien, bajo seudónimo, ha publicado varias entregas de una saga que protagonizan Cormoran Strike y su socia Robin Ellacott, detectives privados con residencia en Londres.

Valga decir que la señora Rawling se ha distinguido a nivel mundial por su serie de fantasía dedicada a Harry Potter. No sobra añadir que su habilidad narrativa y su gran imaginación han conducido a los lectores a un universo fabuloso, muy hábilmente elaborado, que ha deleitado a muchos con su escueto enfrentamiento entre el bien y el mal.

No obstante, en este caso la temática abandona la mágica fantasía de Hogwarts y se orienta en el mundo real en el que, como todos sabemos habita toda suerte de individuos, seres comunes y corrientes con sus dichas, sus tristezas y sus diversos afanes de búsqueda que los llevan por sendas muchas veces oscuras y tortuosas.

Es en este contexto en el que se desenvuelve el quehacer de la agencia de detectives que se encarga de asistir a personas con necesidades varias y se esfuerza por arrojar un poco de claridad en sus vidas, frecuentemente aquejadas de sinsabores confusos que son causa de ingentes dificultades que vienen a perturbar su cotidiana existencia.

Si bien las investigaciones que lleva a cabo la pareja se centran en embrollos varios en los que los seres humanos nos vemos envueltos a menudo, en esta ocasión la autora ha considerado valioso el sumergirse en el efecto que las redes sociales han venido imponiendo en las vidas de los hombres y mujeres del siglo XXI.

A título de ser puntuales y rigurosos hemos de añadir que quienes ya cargamos cierta importante cantidad de primaveras a nuestras espaldas no hemos podido evitar el asombro que nos produce la forma en la que la tecnología se ha adueñado de nuestras vidas. La inmediatez de las comunicaciones, el raudo y expedito acceso a enormes cantidades de información, la posibilidad de expresarnos libre, directa y, sobre todo, si así lo deseamos, anónimamente a nuestros congéneres son concesiones que la realidad actual ha puesto a disposición de todos y que, en muchos casos pueden llegar a ser inquietantes.

Todo ello sin dejar de mencionar el hecho incontestable de que la primera gran víctima de esta nueva manera de comunicarnos ha sido la verdad. Realidades alternativas, ilusorias formas de vida, cuando no medias verdades, mitos y falacias de todo tenor, eso que la sabiduría popular ha dado en llamar posverdad,  pululan en ese universo cibernético, además de denuestos, injurias y ultrajes que siempre han sido parte de nuestra coexistencia, pero que ahora, como nunca antes, se lanzan a los cuatro vientos del ciberespacio, a la vista de todos, sin el menor reato de conciencia y aprovechando la sombra impenetrable que otorga el anonimato.

Otro ingrediente que subyace en el desarrollo de los acontecimientos de la novela es esa aparente urgencia de los jóvenes, no solo de distanciarse de los esquemas y valores sociales, (sin dejar de mencionar los ético-morales) de sus mayores, sino también de desconocerlos, ridiculizarlos y, aún, violentarlos con actitudes rebeldes, contestatarias y a veces extravagantes, que, al parecer, les proporcionan sentimientos de libertad, independencia y cierta forma, un tanto escabrosa, de realización personal. Como bien sabemos, esta tendencia tuvo sus inicios en la segunda mitad del siglo XX, caracterizada por la liberalidad sexual, el consumo de drogas y el desarrollo de maneras de vivir hasta entonces desconocidas, y ha ido escalando hasta alcanzar los ribetes inéditos de los que somos testigos hoy.

La autora se abstiene de emitir juicios de valor sobre los procesos de interacción de quienes se ven envueltos en el desarrollo de los acontecimientos de la novela. Se limita a exponer los sucesos de manera descarnada, concentrándose en el efecto y el alcance que, sobre cada uno de los personajes, sobre su estabilidad emocional y su equilibrio como miembros de la sociedad, puede llegar a tener el acceso ilimitado a las redes sociales y a la posibilidad de una libre y, hemos de decir, muchas veces impune y abusiva forma de expresarse, que las mismas otorgan a las gentes en la actualidad.

Por otro lado, cabe examinar otro fenómeno que ha venido a formar parte del comportamiento de las juventudes de hoy y que conforma el trasfondo contextual de la novela: una mordaz ridiculización de todo lo referente a ultratumba. La muerte inminente e inevitable a la que todos habremos de enfrentarnos en algún momento ha sido motivo de sentimientos de angustia, temor e incertidumbre entre los seres humanos a lo largo de los años. Sin embargo, una de las formas de rebelión que las nuevas generaciones han asumido como caballito de batalla es precisamente el coqueteo con la de la guadaña. Figuras de tumbas, cementerios, fantasmas, calaveras y otras formas icónicas de representar a la muerte se han convertido en objeto de un culto irreverente, descastado y casi que podríamos decir desafiante que, a nuestro real saber y entender, pareciera constituir un mecanismo de defensa con el que se intenta sobreponerse a ese soterrado terror que la idea del fin de la vida produce en todos nosotros.

Y es alrededor de ese sentimiento grandilocuente de retar a la muerte que se desarrolla la temática de la novela de Rawling. Un desenvolvimiento artístico fundamentado en seres del más allá, entre los cuales el corazón de un ser perverso que ha sobrevivido a la muerte de su portador y se ha tornado negro a causa de la maldad que abriga constituye la esencia de la historia, en la cual tienen lugar rencillas, desafectos y crimen, todo ello enmarcado en una constante de comunicación cibernética cuyos participantes se escudan en aliases y seudónimos para dar rienda suelta a sus emociones y desafueros.

Como puede suponerse, las cosas no se quedan en palabras sino que evolucionan a hechos diversos que afectan las vidas de quienes se hallan involucrados en la interacción. Y es aquí donde hemos de “leer entre líneas” y tratar de ir más allá de los simples eventos plasmados en la narración.

Desde nuestro punto de vista, uno de los propósitos de la temática planteada en la novela se relaciona con el efecto nocivo de un acceso descontrolado a todos esos elementos que ponen a nuestra disposición las redes sociales. La amenaza, la agresión y el matoneo que allí se dan tienen efectos destructivos en las vidas de los personajes, al igual que ocurre en las de los seres humanos de la vida real. La manifestación de conductas patológicas está a la orden del día y no falta quien dé rienda suelta a sus más oscuros sentimientos, en detrimento de otros, mucho de ello cobijado por el ambiguo manto del derecho a la libre expresión.

Por supuesto, no puede faltar la referencia a grupos de orientación fanática, que están a la orden del día en la actualidad. Abiertas manifestaciones de xenofobia y misoginia se entremezclan con diversas pasiones y sentimientos y la narración avanza por vericuetos de extremismo violento, que se pone de manifiesto principalmente a través de la red, mediante proclamas incendiarias o declaraciones puntuales tendientes a insultar, degradar o agredir. El lector se ve sumergido en una marea convulsa, aderezada por las transcripciones textuales de las comunicaciones que tienen lugar entre los diversos actores de la trama, cuyo crudo realismo viene a respaldar la que nos parece una evidente crítica a ese mundillo procaz que se ha instaurado en el contexto de nuestra realidad.

En medio de todo ello, la pareja de investigadores se mueve y corre riesgos absurdos que ponen en peligro su integridad y su vida, mientras intentan comprender y tratar de domeñar los sentimientos de atracción mutua que experimentan. Son, sin embargo, conscientes de que no pueden dar rienda suelta a los mismos porque ello induciría un cambio drástico en su relación, el cual podría afectar el balance que se han esforzado en mantener en la agencia. Y así, en medio de una emocionalidad a flor de piel, amén de los conflictos personales que los aquejan, transcurre la investigación que va sumergiendo a los lectores en un maremágnum de situaciones inesperadas y un cúmulo de personajes con características disímiles y vidas complicadas.

En resumen, la novela trae consigo diversos aspectos humanos y situacionales que se han planteado en títulos anteriores; nada demasiado distinto a lo que ocurre en otras sagas literarias o cinematográficas. Pero por primera vez se percibe una posición que podría asumirse como crítica, respecto de esa incontrovertible realidad del mundo de hoy, que son las redes sociales y el efecto que su uso indiscriminado está teniendo en la sociedad.

Es importante aclarar que no hay ningún indicio que sugiera la necesidad de ejercer algún tipo de control sobre este nuevo instrumento de comunicación que ha caído en nuestras manos. Es un hecho que coartar su uso constituiría una contradicción respecto a todos esos conceptos de libertad de expresión, libre desarrollo de la personalidad y demás. Rawling se limita a exponer de forma inclemente los sucesos, sus causas y sus consecuencias.

Algunas de estas últimas, según podemos percibirlo, están directamente relacionadas con una preocupación que surge de manera inevitable y casi espontánea: la de que tal vez ha llegado a nuestras manos una herramienta poderosa y multifuncional, para la cual no estábamos ni sicológica ni emocionalmente preparados. Así, hemos tenido que ir aprendiendo sobre la marcha respecto a su utilidad, su transformadora eficacia y también sus soterrados peligros. Tal como puede apreciarse en la novela, las redes sociales imponen una significativa modificación en las vidas de los personajes, varios de los cuales no logran salir incólumes de su poderosa influencia.

Por lo demás, el desenvolvimiento narrativo es ágil y variado, aunque el desarrollo de los acontecimientos transcurra de manera lenta. La caracterización de los detectives mantiene el esquema planteado en entregas anteriores y la descripción de los otros actores del drama suele darse a través de su comportamiento o de la mención que algunos hacen de los demás. No se nos oculta la crítica al extremismo ideológico, un matiz que parece adecuado al momento histórico que se vive en el mundo, con el resurgimiento de nacionalismos desmedidos que ya en el pasado fueron causa de tragedias sin cuento para cientos de seres humanos. Resulta por demás interesante la transición temática asumida por la señora Rawling, luego de su famosa saga de Harry Potter. Ignoramos si la nueva serie novelesca estará teniendo tanto éxito como aquella otra, pero ya hemos visto publicadas cinco entregas y correspondientes versiones cinematográficas con muy buena calidad actoral y una ambientación acorde con el contexto planteado en los textos. Cabe esperar que se mantenga la vena creativa y que podamos disfrutar de muchas otras situaciones intrigantes en las vidas de Strike y Ellacott, para deleite de los innumerables fans que, seguramente, han capturado alrededor del mundo.