EUROPA: UN VIAJE PARA RECORDAR

Visitar Europa resulta toda una experiencia para quienes viajan por primera vez. A pesar de las lecturas, las referencias históricas, las fotografías y demás información previa que haya podido recabarse, nada puede compararse con la sensación de estar allí y contemplar con ojos propios la sobrecogedora realidad de dos o tres milenios de historia, inmersos en la arquitectura, los monumentos y el ambiente cultural que se vive en cada región. Es, sin lugar a dudas, una vivencia pasmosa que no puede ser descrita con palabras.

Tomar la determinación de emprender este viaje implica, ya de por sí, un proceso de concientización frente a los retos que conlleva, el primero de ellos, de carácter económico, en virtud de los recursos que es necesario aunar para poder sufragar los costos, que no son precisamente menores. Así, la primera discusión con los compañeros de proyecto gira alrededor de un estimativo global, muy aproximado por cierto, pero que proporciona una apreciación inicial de lo que se va a gastar. Como las variables son múltiples y cualquier modificación incide de manera directa en las cifras, resulta muy valioso contar con la opinión de una persona que ya haya efectuado este viaje y que aporte su invaluable conocimiento sobre lugares, fechas, acomodación y formas de viajar. Ahora, si a ello puede añadirse la compañía de este no tan primerizo viajero durante el recorrido, pues mucho mejor. Su experiencia habrá de constituirse en un referente permanente que lo señalará desde un comienzo como el guía natural de los viajantes.

Desde un principio se hace necesario conformar un plan de viaje que será, inicialmente, una aproximación general y que luego se irá pormenorizando a medida que vayan surgiendo los detalles a considerar. Acudir a un programa prediseñado por una agencia de viajes tienes sus pros y sus contras, siendo una de estas últimas el valor que tales entidades cobran por sus servicios. Pero, en contraprestación, otorga cierto nivel de comodidad y seguridad, más lo primero que lo segundo, en lo que tiene que ver con horarios, hoteles, transporte y visitas a tantos concurridos lugares. Estas compañías cuentan con el privilegio de poder hacer reservas para sus clientes en algunos de estos sitios. Así, el tiempo de espera en una fila se reduce más o menos a la mitad, (en lugar de esperar durante tres horas, el plantón viene a ser aproximadamente de una hora y media), lo cual no deja de ser conveniente, cuando hay mucho que ver y largos trechos para caminar.

La agencia que utilizamos cumplió a cabalidad con cada una de las cosas que nos había ofrecido. El único fallo a mencionar fue el primer transporte aeropuerto-hotel que, a pesar de haberse pactado con anterioridad, no se dio. No obstante, hay que señalar que el representante de la empresa muy responsablemente nos reembolsó el importe de un taxi que nos vimos obligados a tomar.

Conviene mencionar aquí la que estas empresas denominan la “adición plus”, que puede suscribirse o no y que tiene un costo agregado al valor general del programa, puesto que incluye algunas comidas y las reservas anteriormente mencionadas para visitas a algunos lugares específicos. En lo referente a este último aspecto, como ha quedado dicho, este incremento añade un cierto y relativo nivel de comodidad al paseo. Las comidas por otra parte, son una jugada al azar. Como pudimos apreciar, estas empresas tienen acuerdos establecidos con restaurantes diversos a todo lo largo y ancho del recorrido y allí llevan a los viajeros. En algunos de estos sitios se come bien y en otros, pues no tanto. La atención que se brinda es, igualmente, variada: en ciertos lugares hubo cordialidad y amabilidad, mientras que en otros se nos trató en forma fría, displicente y hasta despectiva.

Por otra parte, es muy importante que se trate de obtener por anticipado información clara sobre un abanico de servicios alternos que no están incluidos en el plan original, que se ofrecen sobre la marcha y que tienen un costo adicional que debe cancelarse a los guías que están a cargo del grupo. Si bien son de carácter estrictamente voluntario, no deja uno de sentir que, a cada paso, “le están poniendo trampas al centavo”. Sería conveniente que el viajero pudiera tener una idea aproximada de cuánto más habrá de ser necesario para costear estos extras que no por serlo, dejan de ser atractivos e interesantes.

Un aspecto importante es el alojamiento. Cuando se contratan los servicios de una agencia, los hoteles están incluidos en el programa. Con claridad le especifican al cliente los dos tipos de hoteles, uno de nivel medio y otro de nivel superior, (más costoso, por supuesto). No tuvimos  ninguna queja respecto a los hoteles que elegimos (en el nivel medio) durante el tiempo que nos mantuvimos vinculados al programa de la agencia. Si bien no todos se hallaban convenientemente ubicados, la calidad del servicio fue todo lo que cabía esperar. Un detalle que oscurece este panorama tiene que ver con la política de los hoteles italianos de cobrar un cargo adicional por noche, que debe pagarse al momento del registro de ingreso. Tuvimos la sensación de que es un impuesto turístico de algún tipo y que no puede quedar incluido en el costo de alojamiento que se le paga a la agencia antes de iniciar el viaje. Además, resulta bastante lamentable el hecho de que es la única zona de Europa, (por lo menos de la Europa que visitamos), en donde los hoteles hacen un cargo adicional por el uso del wi-fi. En hostales donde estuvimos hospedados posteriormente, que no contaban con la pretensión de las cuatro estrellas de los hoteles italianos, se nos ofreció el acceso a internet como un servicio libre de costo. En cambio y con la única excepción de Roma, todos los demás hoteles italianos imponen un valor a pagar por el uso de la red. Abusivo y deprimente, por decir lo menos. Entre esto y la costumbre de cobrar por el derecho a sentarse a una mesa, que aplican muchos restaurantes, la percepción que nos quedó es que, sin ninguna vergüenza, se busca “meterle la mano al bolsillo” al turista para tratar de “exprimirle” todo lo posible, antes de que se vaya. Esta es una actitud bochornosa y lamentable que deja en el viajero un regusto amargo como colofón de la visita que, por lo demás, es sorprendente y apasionante, dado el sinnúmero de valores históricos y culturales que ostenta esta región.

Un segundo tipo de alojamiento que tuvimos la oportunidad de experimentar fue el de los hostales. La mayor ventaja (acaso la única) que tienen estos lugares es el costo, relativamente económico. La razón primordial que respalda el seleccionar estos sitios como alojamiento radica en el supuesto de que no se justifica pagar un precio elevado por solo llegar a dormir, a veces tarde en la noche. El más representativo espacio que se apoya en este principio es el del conocido “bed & breakfast”, utilizado fundamentalmente por jóvenes clasificados en la categoría de “mochileros”, que viajan ligeros de equipaje y de fondos y a quienes este modelo les sirve a la perfección. Pero todo depende de la clase de persona que sea usted y de cuáles sean sus preferencias cuando de comodidad se trata. En nuestro caso dimos con habitaciones más bien estrechas, ausencia de ascensor (salvo en uno de ellos), que obligó al pesaroso trasteo del equipaje por las escaleras y la falta del desayuno (al que nos habíamos acostumbrado), que nos obligó a deambular por la ciudad en busca de un restaurante o cafetería. Ha de anotarse que no tenemos queja respecto al aseo de los cuartos o de los baños. La gente se mostró amable y colaboradora y la localización fue siempre adecuada a nuestras necesidades. Así pues, todo depende del presupuesto con que se cuente y del nivel de incomodidad que se esté dispuesto a sobrellevar. A este respecto hay que tener en cuenta que, si bien la juventud es ágil y descomplicada, es posible que a partir de cierta edad, algunos consideren que tienen derecho a discurrir por la vida con algún grado de comodidad que, aunque pueda ser vista como superflua, resulta bastante y gratificante.

En Madrid optamos por el alquiler de un apartamento. Esta es una muy buena alternativa de alojamiento, más costosa que el hostal, pero con innegables ventajas. Se dispone allí de absoluta privacidad, una cocina y adecuada dotación completa. Las personas a cargo se mostraros siempre amable y colaboradoras y la presentación del lugar fue impecable.

En lo que respecta a la visita a las diversas ciudades, esto es algo que debe planearse muy bien. Si se tiene en cuenta que desde la más cosmopolita metrópoli hasta el más discreto pueblito, en todas partes hay múltiples cosas que hacer y gran variedad de lugares que ver, es evidente que uno o dos días de estadía resultan del todo insuficientes para el propósito. Ciudades como Londres, Madrid o París requieren de por lo menos un par de semanas, para que sea posible realizar un recorrido apropiado que incluya un número plural de lugares y actividades. La cultura, el entretenimiento, la efeméride histórica y, por supuesto, la gastronomía son aspectos que han de tenerse en cuenta al programar un paseo por cualquiera de ellas.

No menos importantes son las ciudades intermedias y los pueblos. En muchos casos, estos se hallan rodeados de hermosos paisajes campestres que son un deleite para el viajero. Idílicas villas como Marken o Volendam, en Holanda, sorprendentemente autosuficientes, en donde el turista recibe una actitud cordial y amable, vienen a convertirse en una delicia sin par.

No dejó de ser asombrosa para un neófito y, aún quizás para un experto, la visita que hicimos a una granja de quesos. Allí, rodeados de una campiña que parece no tener fin, pudimos escuchar a la anfitriona que, en un inglés muy aceptable nos describió el proceso de la fabricación de ese producto que ha significado gran renombre para el país a todo lo largo y ancho del mundo. Pero si la descripción teórica resulta curiosa, por decir lo menos, la etapa siguiente de la degustación, es realmente fascinante. Una incontable variedad de quesos está ahí dispuesta, todos ellos con diversos grados de maduración y para todos los gustos. Como una cortesía de la casa se brinda a los visitantes un vaso de vino y puede uno discurrir de un estante a otro probando clases y sabores, fuertes algunos y suaves otros, en un caleidoscopio de sensaciones gustativas que hacen de esta visita una experiencia inolvidable. Y si de comprar se trata, los dependientes nos manifestaros que su producto, en prácticamente todos los casos, ha sido tratado y empacado de tal modo que, conservado en su empaque original, sin abrir, puede muy bien aguantar hasta tres meses sin necesidad de refrigeración. Ahí es donde es necesario tener mucho cuidado, pues sin darse uno cuenta, puede terminar llevando una carga que inevitablemente afectará el peso del equipaje a la hora de emprender el viaje de regreso a casa; sin mencionar que el gasto probablemente podría llegar a desequilibrar los fondos necesarios para el resto del recorrido.

La visita a las grandes ciudades es igualmente enriquecedora. En todas ellas hay multitud de actividades que realizar y un sinnúmero de lugares a donde ir. Londres, París, Viena, Roma, Madrid, cargan con su cuota de historia y una incontable cantidad de atractivos para el viajero. Cada una de estas capitales conserva su muy particular personalidad y las incontables similitudes y diferencias en lo referente a diseño, organización, su gente, sus costumbres, su pulso de vida, envuelven al visitante. Resulta notable contrastar el orden, la regularidad y la templanza de una ciudad como Londres con la agitación un tanto caótica que se percibe en Roma. Pero sin lugar a dudas, en dondequiera que uno se encuentre, el impacto del entorno es poco menos que sobrecogedor. Un número plural de milenios, (¿dos, tres?) y un largo proceso de ninguna manera exento de su abundante cuota de sangre, sudor y lágrimas se requirieron para que la Vieja Europa haya llegado a ser lo que es hoy. Soporta sobre sus hombros cargas tan abrumadoras como las múltiples guerras, la agresión indiscriminada a otros pueblos del orbe para satisfacer su codicia y la infame y oprobiosa inquisición, como también el mérito indiscutible de ser la cuna de los Derechos del Hombre, el pensamiento libertario y la democracia, a pesar de mantener una poco comprensible tendencia hacia el espíritu monárquico, hoy caduco, en la persona de reyes, príncipes y princesas que perviven como símbolos anacrónicos de épocas pasadas, pero que se aferran parasitariamente a las nuevas estructuras de las naciones y ordeñan sus presupuestos sin realizar ninguna contribución o aporte, a pesar de lo cual, los pueblos se empeñan en conservarlos como vivientes artículos evadidos de un museo.

Dentro del cúmulo de lugares extraordinarios, resulta por demás necesario mencionar algunos que nos causaron una gran impresión. La catedral de Notre Dame es un monumento tan singular y asombroso, que resulta difícil hacer una referencia verbal adecuada. Las imágenes que adornan el exterior cautivan al observador, mientras que el diseño, la arquitectura y los ornamentos interiores sorprenden por su magnificencia. Así mismo, el palacio de Versalles es un lugar asombroso que da cuenta propia de la fastuosidad con la que vivían los reyes de Francia. Los jardines reciben un especial cuidado y el visitante disfruta enormemente de una vista plena de colorido y naturaleza y no puede dejar de imaginar el placer que debieron tener los miembros de la nobleza al pasear por estos lugares.

Nuestra visita a La Alhambra es también digna de mención. Para conseguir boletas para el ingreso fue necesario llegar antes de las 6:00 de la mañana, ya que un incontable número de personas acude a extasiarse con las maravillas que ofrece esta que otrora fuera una fortaleza militar. Pero lo más admirable se da al interior de los llamados Palacios Nazaríes. Eran estos una zona reservada a lo más selecto de la nobleza árabe y, por lo mismo, fueron adornados de manera exuberante en sus paredes, techos y jardines. Allí, la fuente del Patio de los Leones es el emblema culminante y símbolo de la riqueza decorativa de la que se rodearon el Sultán y las demás personas de su estrecho círculo. Al contemplar con admiración los prodigios incomparables de esta cultura, no puede uno dejar de preguntarse de qué manera un pueblo que realizó inmensos aportes a las artes la ciencia, las matemáticas y la medicina pudo permitir que su progreso se paralizara y, aún, retrocediera hasta casi llevar a sus integrantes de vuelta a la condición de pastores nómadas que tuvieran seis o siete siglos antes. Tal vez “demasiado cielo en sus mentes”, como afirmaran Andrew Lloyd Webber y Tim Rice. (*)

Referencia importante merecen el Park Güell y La Pedrera en Barcelona, donde se puede apreciar la magia de Antonio Gaudí. Su mente portentosa legó a la posteridad un estilo único, pletórico de detalles y circunvoluciones que complacen la mirada atónita del visitante. El recorrido por el parque fue extraordinariamente placentero, rodeados de vegetación y colorido y la visita a la casa de La Pedrera nos dio la oportunidad de entrar en contacto con lo más delicado de la creación imaginativa de este gran diseñador.

Sobrecogedora fue la visita a las ruinas de Pompeya. Para llegar allí tuvimos que viajar de Roma a Nápoles y luego, desde ahí, al parque arqueológico desarrollado alrededor de la antigua ciudad. Las calles empedradas, las casas que aún se sostienen en pie y todo el diseño que puede percibirse dan idea de la habilidad urbana del pueblo romano. Aún pueden distinguirse algunas pinturas en las paredes y, por las características de las construcciones puede uno darse cuenta de la forma en que vivían aquellas gentes hacia el 70 de nuestra era, antes de que la furia de la naturaleza se volviera contra ellas. No deja de ser turbadora la visión de las famosas momias. Seres humanos llenos de vida quedaron congelados en el tiempo bajo un mortal revestimiento de cal y ceniza. Significativos lugares que se destacan son el lupanar, donde todavía hoy puede percibirse la esencia del estilo de vida de este pueblo, sus costumbres y su manera de aproximarse y disfrutar del deleite de los sentidos, por una parte, y por la otra la plaza central de la ciudad, desde donde se vislumbra la imponente elevación del Vesubio, hoy silencioso, pero aun así, amenazador. Este recorrido tuvo la virtud de llevarnos atrás en el tiempo y alimentar nuestras mentes con imaginativas escenas de un pasado y una forma de vida que no podían palparse de otra manera que con nuestra presencia física allí, en el lugar de los hechos. Fue, sin duda, una visita inolvidable.

No alcanzarían las palabras ni las páginas para hacer una descripción pormenorizada de todas las maravillosas experiencias que este viaje nos proporcionó. Unas cuantas semanas en un recorrido vertiginoso y, aún, atropellado, resultan por demás insuficientes para otra cosa que no sea un vistazo “a vuelo de pájaro” al continente europeo. Pero esta mirada, así como de refilón, es necesariamente el abrebocas para un conocimiento más detenido y profundo que deberá tener lugar en una segunda visita, un tanto más reposada y elaborada sobre la base de ese conocimiento previo. Si ello puede llegar a darse, una mayor compenetración con los variados aspectos de la vida de esta región del planeta habrá de tener lugar. Será necesario extender el periplo y recorrer una mayor variedad de localidades que nos pongan en contacto con tantas otras culturas que nos proporcionen la oportunidad de apreciar hasta dónde es posible llegar, si los pueblos realmente se lo proponen y logran encontrar la manera de sobreponerse a los muchos escollos que salen al paso del proceso civilizador.

En resumen, la visita a Europa fue, sin lugar a dudas, enormemente valiosa. Para un habitante del Tercer Mundo, de esta América Hispana en donde el acontecer cotidiano se halla tan sobrecargado de sinsabores y contiendas estériles, la mirada a un mundo tan diferente, que, por contraste, pone en evidencia lo que somos y nos muestra lo que podríamos llegar a ser, resulta poco menos que abrumadora. Nos queda, sin lugar a dudas, la esperanza de que seamos capaces de superar el cúmulo de anomalías que hoy nos agobian, para que podamos discurrir hacia una forma de vida más amable y menos azarosa, en la que la paz y la concordia vengan a constituir el fundamento de nuestra existencia. Tenemos el modelo europeo y nos encontramos en la capacidad de conocer y evitar los errores por ellos cometidos. El camino no debería ser tan difícil de hallar. Ojalá sea posible, si no para nosotros, quizás para nuestros hijos o, en últimas, para las próximas generaciones.

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(*) Frase pronunciada por Judas en su famosa aria inicial de la obra musical: “Jesus Chirst Superstar”.

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